Podemos considerar la música, en su esencia, como un arte “puro”, autónomo, que dispara directamente al núcleo de la emoción humana. En el fondo no necesita palabras, historias, razonamientos, imágenes ni ningún otro sentido que no sea exclusivamente el oído, para cuya educación la música constituye un sistema autoreferencial. Aunque hay música con letra, no es necesario entender las palabras, a menudo en otro idioma, para disfrutarla. Y aunque la música quiera evocar las estaciones del año, el canto de los pájaros, la relación amorosa, una tempestad, el aroma del tomillo y el romero que perfuman Valonsadero o los cuadros de una exposición esto no dejan de ser artificios bastante subjetivos, ajenos al hecho musical.
Podríamos pensar en consecuencia que tendría que aplicarse a este arte el refrán que dice que “el buen paño en el arca se vende”. No es así. La música siempre se ha aliado con otras artes en una simbiosis que exacerba sus posibilidades de comunicación, singularmente en la ópera, en el cine o en la poesía. Y también la música ha recurrido a imágenes poderosas que han sido el envoltorio para alcanzar mayor difusión y reconocimiento, no sólo artístico sino también comercial.
En la primera mitad del siglo XX, incluso con muy pocos recursos y una tipografía contundente, generalmente en blanco y negro y a menudo sin imágenes, muchos artistas-diseñadores manifestaron su talento para expresar el valor de la música que amaban y promover su conocimiento. Con las escasas tecnologías de la época diseñaron carteles, carátulas de discos de pizarra y portadas de partituras que hoy son objeto de colección entre los fanáticos (fans) poseídos por el morbo del vintage. Pero fue hacia 1940 cuando la pasión por el arte del diseño alcanzó de lleno a las compañías discográficas, aportando un valor añadido que influía claramente en la venta de los vinilos, al principio de 45 rpm y luego los Lp’s. Alex Steinweis, fallecido este año a los 94 años, se reconoce como el responsable de este paso de gigante que abrió el camino a otros dando a la edición de discos la categoría de arte, como puede consultarse en varios libros de la editorial Taschen. En el mundo del poprock ha habido innumerables portadas famosísimas como la del Sgt. Peppers (The Beatles), que dio lugar a un libro, Abraxas (Santana) o The dark side of the moon (Pink Floyd), tanto o más famosas que la propia música. La llegada de los CDs y de las descargas masivas estimuló la oferta de productos musicales acompañados de libritos muy bien ilustrados para conseguir que el aficionado entusiasta siguiera viendo los discos como su objeto-fetiche para poseer, que no se puede comparar con una simple descarga. El sello Edition of Contemporary Music (ECM) es el ejemplo máximo de estos CDs cuidadosamente editados, aunque son tan conceptuales y sobrios que casi parecen estar prohibidas las representaciones de músicos tocando su instrumento. Con todo no se sabe el futuro que espera a la edición de discos que se puedan mirar y tocar; posiblemente se reducirá a la mínima expresión, para satisfacer a un puñado de coleccionistas muy minoritario, sin que eso quiera decir que la música no encuentre otro cauce acorde con los tiempos que corren. El tema da por tanto para mucho más que estas líneas que queremos terminar con el reconocimiento a nuestro diseñador, Lito, sin cuya dedicación a “la causa” seríamos más feos y la música, aunque sonaría igual de bien, no tendría ese envoltorio que la caracteriza y le da su imagen de marca con la que pretendemos atraer el público necesario para que nuestro sueño se haga posible. Pues eso, que muchas gracias.
Algunos diseños de portadas y carteles :
Dentist Chair Blues — Classic Blues Artwork from the 1920`s. — “Jungle Man Blues” — Muddy Waters.
Bibliografía
Jazz Covers. Joaquim Paulo. Editorial Taschen 2008. 496 páginas.
Enlaces y referencias:
http://bluesimages.com/
http://www.ecmrecords.com
